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Niños de la aldea de Santa Martha |
A ESTOS MIS HERMANOS CON
MOCOS…
Muchas personas tienen esa idea romántica
sobre los misioneros, se les imagina rodeados de niños, recibiendo abrazos y
sonriendo mientras cargan los más pequeños en sus brazos. Y aunque eso puede
suceder de vez en cuando, la realidad es
muy contrastante y diferente.
Atractiva.
Ser atractivo es algo muy popular en el mundo
actual, todos quieren ser vistos, etiquetados, alabados y suficientemente visibles para que otros puedan notar su existencia. Y aunque ser atractiva, lamentablemente
para muchos, no está en mi lista de cosas por hacer, me encuentro
siempre con la asombrosa realidad de tener docenas de seguidores (normalmente entre
los 2-14 años).
Esos pequeñines campesinos, no pueden
resistirse a mi sonrisa, mi ropa, mi cabello, mi forma de hablar, cantar, y
abrazar. Algunas veces tengo que evitar pasar por ciertas calles, ya que al
terminar mi caminata ya tengo 5, 8, o 10 pequeños decididos a seguirme a donde
vaya.
Mocos, piojos, hongos y dulces derretidos
Sí, ser atractiva tiene sus ventajas, pero
también desventajas, y no me refiero a paparazis (esos no están de moda aquí),
sino a las amenazas de besos con dulce, abrazos con piojos y cientos de limpiadas
de mocos en mi ropa.
Una
de las experiencias más sobresalientes de este tipo ocurrió unos meses atrás,
mientras entraba a la iglesia un sábado, uno de los pequeños más inquietos y problemáticos,
quién tiene una vida complicada en su casa, me vio desde lejos y corrió
gritando mi nombre por todo el pasillo de la iglesia, cuando estuvo
suficientemente cerca de mí, vi su carita y sus brazos verdes de moco fresco y
pegajoso.
El ataque
Mi primera
reacción fue de desagrado, quería salir corriendo, o
detenerlo, o sólo congelar el tiempo y darle un baño primero, pero tenía que tomar una decisión y el tiempo
me ganó… ni siquiera pude pensar más, él ya me había abrazado con todas sus
fuerzas mientras repetía mi nombre a todo pulmón como si nadie lo hubiera
escuchado 10 segundos atrás.
Nada es más importante
No puedo explicar la sensación agri-dulce
que siguió a la escena, mi ropa estaba arruinada por el día, pero mi corazón
quería llorar de simpatía, aquí en mis brazos estaba un tesoro de Dios, un niño
abandonado, ignorado y solitario encontrando el cariño, la atención y la
compañía que tanto estaba buscando. Un niño encontrando la realidad
de que existe un Dios. Un Dios que tal vez no te da unos padres amorosos que te
bañan, cambian y alimentan antes de ir a la iglesia pero se asegura de que
tengas alguien en quién refugiarte y sentirte verdaderamente amado. A este
pequeño no le importó lo que los demás pensaban mientras gritaba mi nombre a
los cuatro vientos, y ahora a mí no importaba tener unas cuántas manchas en mi ropa.
Final feliz
Juntos caminamos hacia la llave de agua,
limpié su carita, sus brazos, sus manos y hasta su cuello, luego entramos triunfantes a la iglesia, porque el amor lo
cubre todo… Y tu ¿Qué estás dispuesto a cubrir por amor?
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